Diana
García, abogada trabajando en una oficina de abogados con un atractivo sueldo,
disfrutaba su vida en la ciudad de México sin pensar que un día la despedirían.
Reconociendo que el despido le dolió mucho y después de llorar por su situación,
pensó que esta era la oportunidad de perseguir su sueño.
Cuatro meses después, inició su Plan B, estableció un negocio propio de comida rápida esperando que trabajando apasionadamente, tendría una vida más saludable, con tiempo para ella misma y con seguridad económica. En lugar de eso, después de algunos meses se vio a si misma trabajando todo el día sin descanso, los siete días de la semana. Se levanta a las 5:30 de la mañana (antes que cualquier abogada que ejerce su carrera) y hace todo tipo de trabajos físicos. Los domingos los dedica a trabajos administrativos y a estar al día con la contabilidad de su negocio establecido formalmente.
Diana dice que su Plan B es más duro que su trabajo anterior como abogada y que en su afán por ser emprendedora, solo pensó en trabajar para sí misma siendo su propio jefe, ser libre para disponer de su tiempo y obtener satisfacción personal y profesional. Nunca pensó en los riesgos: la curva de aprendizaje tan pronunciada, el esfuerzo físico requerido trabajando más de 12 horas al día y el estrés que ello ocasiona.
La decisión de convertirse en emprendedor no debe tomarse a la ligera. Algunas veces los medios de comunicación nos presenta historias de héroes emprendedores que se cambiaron con éxito de empleados a empresarios pero la realidad es que, aunque se presenten tiempos de crecimiento y bonanza en el negocio propio, el riesgo de fracaso siempre está latente y la demanda de tiempo permanece o incluso aumenta para el o los propietarios.
En otro caso, buscando entre otras cosas, tener tiempo para ella misma, Laura emprendió una nueva vida como organizadora de bodas, después de estar trabajando en una empresa ganando $600 mil por año trabajando 12 horas diarias. Ella describe su experiencia de organizadora como “creativa, divertida, llena de detalles y programas”. Sin embargo, un poco después de haber iniciado su negocio, se dio cuenta que su ilusión de trabajar de 9 de la mañana a 7 de la tarde se desvanecía. Con frecuencia se queda trabajando en su computadora hasta pasada la medianoche, haciendo presupuestos detallados, modificando su página web, y cuando tiene una boda en puerta, trabaja hasta 17 horas el día delevento.
Cuando tuvo su primer cliente, un ex-compañero de la escuela, le cobró $25 mil pesos por un trabajo que le costó organizar durante cinco meses, más que el interés por la paga, ella se quería probar a si misma. Cuando calcula su pago por hora de trabajo, a veces solo obtiene $20 pesos por hora en lugar del equivalente en su trabajo anterior de $192 pesos. En los negocios propios la aritmética muchas veces no justifica el tiempo empleado. Cuando uno es su propio jefe, la jornada diaria de trabajo realmente nunca termina.
Hace tres años, José Claudio, después de haber sido despedido de su empleo como gerente de recursos humanos, aplicó también su Plan B, decidió cambiar de residencia y se fue a vivir a una ciudad que ha tenido mucho desarrollo industrial; su sueño era crear una empresa de servicio de comedores industriales. Hoy, más que dedicarse a diseños de menús y de comidas balanceadas, emplea más del 60% de su tiempo en trabajos administrativos, No solamente es su propio jefe, también es su propio contador, vendedor, mercadólogo, encargado de almacén y repartidor. José Claudio dice: “Hay días en que no hago nada relacionado con alimentos, solo hago muchas otras actividades”.
Aun cuando los negocios propios se estabilicen, los sacrificios personales están a la orden del día. Ser emprendedor en lugar de empleado de una empresa, obliga a sacrificar las prestaciones comunes de atención médica, aguinaldo, vacaciones pagadas y prima vacacional, entre otros. Un joven empresario comenta que mientras su negocio se estabilizó, a veces solo comía avena preparada y un flan como postre.
Ocasionalmente, cuando se va en pos del Plan B, puede existir la necesidad de un segundo empleo temporal y si ello es posible, se toma como opción. Laura, la organizadora de bodas, en los primeros meses del inicio de su negocio propio, trabajo por horas en una escuela como coordinadora de orientación vocacional recibiendo una paga equivalente de $120 pesos por hora. “Era una carga muy pesada, pero tenía que pagar algunos gastos cada mes”, dice Laura.
Otras veces, el negocio que se inició con tanto entusiasmo y tantas expectativas, solo da para sobrevivir en la informalidad, cuando ello sucede así, es tiempo de replantearnos el negocio, de buscar otras alternativas. La buena noticia es que un esfuerzo emprendedor que no funcionó como esperábamos, nos prepara para otra oportunidad y cuando esta oportunidad se busca con ahínco, por lo general encontramos nuestro Plan C que justificará todos los riesgos e incertidumbre que enfrentamos en nuestro Plan B.
Cuatro meses después, inició su Plan B, estableció un negocio propio de comida rápida esperando que trabajando apasionadamente, tendría una vida más saludable, con tiempo para ella misma y con seguridad económica. En lugar de eso, después de algunos meses se vio a si misma trabajando todo el día sin descanso, los siete días de la semana. Se levanta a las 5:30 de la mañana (antes que cualquier abogada que ejerce su carrera) y hace todo tipo de trabajos físicos. Los domingos los dedica a trabajos administrativos y a estar al día con la contabilidad de su negocio establecido formalmente.
Diana dice que su Plan B es más duro que su trabajo anterior como abogada y que en su afán por ser emprendedora, solo pensó en trabajar para sí misma siendo su propio jefe, ser libre para disponer de su tiempo y obtener satisfacción personal y profesional. Nunca pensó en los riesgos: la curva de aprendizaje tan pronunciada, el esfuerzo físico requerido trabajando más de 12 horas al día y el estrés que ello ocasiona.
La decisión de convertirse en emprendedor no debe tomarse a la ligera. Algunas veces los medios de comunicación nos presenta historias de héroes emprendedores que se cambiaron con éxito de empleados a empresarios pero la realidad es que, aunque se presenten tiempos de crecimiento y bonanza en el negocio propio, el riesgo de fracaso siempre está latente y la demanda de tiempo permanece o incluso aumenta para el o los propietarios.
En otro caso, buscando entre otras cosas, tener tiempo para ella misma, Laura emprendió una nueva vida como organizadora de bodas, después de estar trabajando en una empresa ganando $600 mil por año trabajando 12 horas diarias. Ella describe su experiencia de organizadora como “creativa, divertida, llena de detalles y programas”. Sin embargo, un poco después de haber iniciado su negocio, se dio cuenta que su ilusión de trabajar de 9 de la mañana a 7 de la tarde se desvanecía. Con frecuencia se queda trabajando en su computadora hasta pasada la medianoche, haciendo presupuestos detallados, modificando su página web, y cuando tiene una boda en puerta, trabaja hasta 17 horas el día delevento.
Cuando tuvo su primer cliente, un ex-compañero de la escuela, le cobró $25 mil pesos por un trabajo que le costó organizar durante cinco meses, más que el interés por la paga, ella se quería probar a si misma. Cuando calcula su pago por hora de trabajo, a veces solo obtiene $20 pesos por hora en lugar del equivalente en su trabajo anterior de $192 pesos. En los negocios propios la aritmética muchas veces no justifica el tiempo empleado. Cuando uno es su propio jefe, la jornada diaria de trabajo realmente nunca termina.
Hace tres años, José Claudio, después de haber sido despedido de su empleo como gerente de recursos humanos, aplicó también su Plan B, decidió cambiar de residencia y se fue a vivir a una ciudad que ha tenido mucho desarrollo industrial; su sueño era crear una empresa de servicio de comedores industriales. Hoy, más que dedicarse a diseños de menús y de comidas balanceadas, emplea más del 60% de su tiempo en trabajos administrativos, No solamente es su propio jefe, también es su propio contador, vendedor, mercadólogo, encargado de almacén y repartidor. José Claudio dice: “Hay días en que no hago nada relacionado con alimentos, solo hago muchas otras actividades”.
Aun cuando los negocios propios se estabilicen, los sacrificios personales están a la orden del día. Ser emprendedor en lugar de empleado de una empresa, obliga a sacrificar las prestaciones comunes de atención médica, aguinaldo, vacaciones pagadas y prima vacacional, entre otros. Un joven empresario comenta que mientras su negocio se estabilizó, a veces solo comía avena preparada y un flan como postre.
Ocasionalmente, cuando se va en pos del Plan B, puede existir la necesidad de un segundo empleo temporal y si ello es posible, se toma como opción. Laura, la organizadora de bodas, en los primeros meses del inicio de su negocio propio, trabajo por horas en una escuela como coordinadora de orientación vocacional recibiendo una paga equivalente de $120 pesos por hora. “Era una carga muy pesada, pero tenía que pagar algunos gastos cada mes”, dice Laura.
Otras veces, el negocio que se inició con tanto entusiasmo y tantas expectativas, solo da para sobrevivir en la informalidad, cuando ello sucede así, es tiempo de replantearnos el negocio, de buscar otras alternativas. La buena noticia es que un esfuerzo emprendedor que no funcionó como esperábamos, nos prepara para otra oportunidad y cuando esta oportunidad se busca con ahínco, por lo general encontramos nuestro Plan C que justificará todos los riesgos e incertidumbre que enfrentamos en nuestro Plan B.
Por Juan Manuel González Cerda
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