viernes, 28 de febrero de 2014

Sin dinero también se emprende


Hace varios años, un vendedor muy exitoso de automóviles nuevos y usados, que había ganado varias veces el reconocimiento al mejor vendedor y llegaba siempre a sus metas, inició una travesía como emprendedor, quizá sin saberlo en un principio pero seguramente buscando algo más que comisiones por ventas.

Lo más interesante de este emprendedor y que me mantiene admirado a través de los años es que no solo tenía la convicción de lograr las cosas, sino que la ausencia de capital suficiente no era un obstáculo.

Pudiéramos mencionar que hay muchas posibilidades: bancarias, gubernamentales y hasta familiares para conseguir el capital necesario para un negocio, pero ninguna de ellas eran del interés de este personaje y tampoco había la posibilidad con sus familiares.

Con una familia, varios años de ventas exitosas y una amplia experiencia decidió hacer un cambio, lo primero fue mudarse a un lugar con mejores oportunidades. Así fue como aceptó un empleo de ventas de refacciones y equipos para hoteles y restaurantes en uno de los polos turísticos más importantes de nuestro país.

Su experiencia como vendedor de autos le permitió realizar los mismos logros, pero no era suficiente. Poco a poco aprendió el intrincado proceso de importar mercancía y con una inversión muy baja, crédito de un proveedor interesado en la plaza y muchas ganas, inició su propio negocio de distribución y venta de blancos y papel higiénico para hoteles y restaurantes.

Cargar los paquetes de papel era todo un desafío físico pero le permitió ampliar el horizonte y los contactos.

Tras un análisis de la situación, los conocimientos adquiridos en estos nuevos giros y los deseos de superación, se dio un paso casi natural. El inicio de una empresa comercializadora que brinda asesoría y trámites a los clientes para sus importaciones.

Los contactos generados en grandes hoteles y empresas proveedoras de los mismos, agentes aduanales y transportistas, le dio la oportunidad de comenzar sin necesidad de colaboradores o socios. Su equipo era su camioneta de reparto, que con gran esfuerzo adquirió, su libreta de contactos y su teléfono, uno de los primeros celulares en forma de ladrillo color gris era la mejor forma para localizarlo en todo momento.

Con el paso del tiempo, el servicio se fue personalizando, creando su propio proceso que le permitía recibir mercancía y sacarla de la aduana el mismo día. Los logros, no menos espectaculares, incluían la importación de más de 50 contenedores en menos de 3 meses con equipo, mobiliario, refacciones y demás para la apertura de un hotel.

La atención siempre personal de su creador y el mantener los procesos simples le permitió tener la confianza de sus clientes. Su crecimiento sólo se limito a un par de personas para labores administrativas y outsourcing para los asuntos contables.

Sin otra publicidad más que la recomendación de sus clientes e incluso proveedores, la empresa generaba crecimiento constante. Las temporadas bajas parecían no afectar demasiado y se veían recompensadas con las temporadas altas.

Los competidores trataban de igualar el servicio e incluso buscaban ganar clientes reduciendo sus tarifas pero sus esfuerzos no generaban resultados suficientes. Le conocían personalmente pues era común verlo en la aduana supervisando la liberación de “su mercancía”, ya que su servicio implicaba tratar la mercancía de sus clientes como si fuera suya propia.

Si los trámites no estaban completos, terminados o correctos, había retrasos injustificados o negligencias, podía fácilmente reclamarlos tanto ante agentes aduanales, vistas aduanales o los mismos administradores de la aduana.

Después de muchos años de trabajar para una empresa, su idea de negocio le permitió adquirir su casa, comprar un terreno y cumplir su pequeño gusto de tener un lugar donde relajarse los fines de semana, preparar carne asada y montar a caballo.

Un emprendedor cuyas decisiones le colocaron en un nicho de mercado que no había imaginado y le permitieron lograr sus metas e incluso superarlas.

Una experiencia de vida y una demostración de lucha y entrega que me deja una gran enseñanza y gratos recuerdos de mi padre. Sin dinero también se emprende.


Por  José Antonio Escaldín Vilchis

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